domingo, 18 de abril de 2010

Falsa Vocación

Estaba caminando por el centro de la ciudad. Entrando a las librerías de libros viejos, sin tener idea de que comprar. También veía CDs de música antigua, trova, rock progresivo.

Aquella calle, estaba pintada con personajes extraños. Sin embargo, no me molestaba. Solo me perdía en cada imagen, intentando descifrar significados.

Pronto, era ya el medio día. Tenía hambre. Entre a una vieja taberna. Un señor mayor me abrió la reja y me sonrió. Luego un joven risueño y con mucha atención me entregó una carta fotocopiada. Pedí el menú. Ocopa de entrada, lomo saltado de segundo y refresco de cortesía.

Mientras comía vi a un hombre con un tocado de plumas. Estaba sentado y leyendo el diario. Al rato vi que salió con apuro.

Decidí salir y caminar, para digerir el almuerzo. En una plaza, el hombre con el tocado de plumas, estaba danzando. Bailaba y cantaba en un idioma extraño, quizás selvático. Me acerqué y me miro fijamente. Y susurrándome al oído me dijo “yo sé tú verdad”.

Intente no ponerme nervioso. Tenía curiosidad, pero no quería que dijera “mi verdad” en medio de una plaza, con tanta gente. Espere que cayera el sol y lo seguí. Lo acompañe hasta el decimo piso de un viejo edificio. En la sala del apartamento, el hombre selvático saco hojas de coca, lo puso en la palma de mi mano y luego las miro fijamente. “Usted se ha engañado todo el tiempo, siempre quiso dedicarse al arte, pero nunca se atrevió”. No entendía bien, a que se refería. En seguida empezó a hablar de mi niñez, de mi fascinación por la observación, por el color, por el dibujo. Me hizo recordar tantas cosas, que empecé a llorar.

Lloré sin parar por un buen rato. Lloré y empecé a observar como las plumas del selvático empezaban a cambiar de color.

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